martes, 18 de marzo de 2008

El hermoso delirio. Alejandra Pizarnik

Si vieras a la que sin ti duerme en un jardín en ruinas en la memoria. Allí yo, ebria de mil muertes, hablo de mi conmigo sólo por saber si es verdad que estoy debajo de la hierba. No sé los nombres. ¿A quién le dirás que no sabes? Te deseas otra. La otra que eres se desea otra. ¿Qué pasa en la verde alameda? Pasa que no es verde y ni siquiera hay una alameda. Y ahora juega a ser esclava para ocultar tu corona ¿otorgada por quién? ¿quién te ha ungido? ¿quién te ha consagrado? El invisible pueblo de la memoria más vieja. Perdida por propio designio, has renunciado a tu reino por las cenizas. Quien te hace doler te recuerda antiguos homenajes. No obstante, lloras funestamente y evocas tu locura y hasta quisieras extraerla de ti como si fuese una piedra, a ella, tu solo privilegio. En un muro blanco dibujas las alegorías del reposo, y es siempre una reina loca que yace bajo la luna sobre la triste hierba del viejo jardín. Pero no hables de los jardines, no hables de la luna, no hables de la rosa, no hables del mar. Habla de lo que sabes. Habla de lo que vibra en tu médula y hace luces y sombras en tu mirada, habla del dolor incesante en tus huesos, habla del vértigo, habla de tu respiración, de tu desolación, de tu traición. Es tan oscuro, tan en silencio el proceso a que me obligo. Oh habla del silencio.

jueves, 13 de marzo de 2008

Sueño # 240. Ana María Shua

Disparos.
Los hombres salen del saloon y se enfrentan en la calle polvorienta, bajo el sol pesado, sus manos muy cerca de las pistoleras. En el velocísimos instante de las armas, la cámara retrocede para mostrar el equipo de filmación, pero ya es tarde: uno de los disparos ha alcanzado a un espectador que muere silencioso en su butaca.

Sueño # 117. Ana María Shua

Naufragio.
¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio.

Sueño # 92. Ana María Shua

La mujer.
Un hombre sueña que ama a una mujer. La mujer huye. El hombre envía en su persecución los perros de su deseo. La mujer cruza un puente sobre un río, atraviesa un muro, se eleva sobre una montaña. Los perros atraviesan el río a nado, saltan el muro y al pie de la montaña se detienen jadeando. El hombre sabe, en su sueño, que jamás en su sueño podrá alcanzarla. Cuando despierta, la mujer está a su lado y el hombre descubre, decepcionado, que ya es suya.

Sueño # 69. Ana María Shua

Despiértese.
Despiértese, que es tarde, me grita desde la puerta un hombre extraño. Despiértese usted, que buena falta le hace, le contesto yo. Pero el muy obstinado me sigue soñando.

Encuentro clandestino. Ana María Shua

Es un bar o quizás un restorán. Algunas mesas tienen manteles blancos con servilletas en forma de acordeón, otras están desnudas.
—Quiero un tostado de queso.
—De jamón y queso, como todos—, me corrige él.
A pesar de su cabeza de camello, estoy segura de que hemos sido amantes. Me gustan los ojos profundos y tristes. En cambio el pelo corto y áspero, amarillento, me confunde un poco.
— No —insisto, con imprudencia—: De queso solo.
Él sacude sus belfos, indignado, acalorado.
—Debería regresar al desierto —me dice de mal humor.
Entonces me pongo a llorar porque sé que todo ha terminado, que no volveremos a vernos hasta el próximo oasis, un poco por culpa de mi terquedad y otro poco porque la vida nos separa.

En el mar de Al-Kerker. Ana María Shua

No lejos de aquí, en las orillas del mar de Al-Kerker, vive un pueblo del linaje de Noh (sobre él sea la paz), pues el diluvio no llegó hasta allí y desde entonces esa gente vive aislada de todos los hijos de Adán. Ellos se hicieron cargo de los niños pequeños que la mano del Señor protegió cuando la destrucción de Sodoma. Viven tan sin pecado que apenas pueden considerarse humanos, pero ellos lo ignoran, porque si lo supieran caerían en el pecado de soberbia. No te llevé conmigo porque no te gustarían, los encontrarías un poco tontos, alelados, se mueven lentamente, por eso tardé tanto, no te enojes así, sus mujeres no son capaces de lujuria, tranquila por favor, es mejor que lo dejes sobre la mesa, así, muy bien, se reproducen con dificultad, te lo aseguro, por pura obligación mi amor, vamos a casa.

 

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